¿Qué quieres que hagamos?

Estas fueron las primeras palabras del intrépido Saulo, perseguidor de Jesús y de su Iglesia, cuando supo que el que le hablaba desde el cielo era Jesús mismo. Este hombre religioso, integrista de voluntad férrea, caía rendido a la voluntad del Señor. El primer signo claro de su conversión fue dar muestras de cambiar su voluntad por la voluntad de Cristo para su vida. La cuestión ya no era qué quiero yo hacer con mi vida, sino qué quiere el Señor que yo haga.
Esto no fue sólo un momento deslumbrante en la vida de Saulo. Pablo, a lo largo del resto de su vida, se consideró (y así le gustaba referirse a sí mismo) como “esclavo” (doulos) de Jesucristo. Este fue su gran honor: Estar a las órdenes de su Maestro y Señor.
En realidad, no hay privilegio más grande en la vida. Lo que Cristo pueda pedirnos hacer con nuestra vida seguramente conllevará renuncias y sacrificios, pero no habrá camino más fructífero para nuestra vida y la de otros que ése.
La búsqueda de la voluntad de Dios tiene como requisito previo la disposición a negar nuestra propia voluntad si fuese necesario. De joven aprendí un cántico que en su estribillo decía “mi voluntad la cambio por la tuya”. Aquellas palabras resonaron posteriormente con frecuencia en mi mente, y aun a día de hoy las recuerdo a modo de reto personal.
Seguramente no oiremos la voz de Jesús, como la oyó Saulo de forma directa, diciéndonos qué es lo que debemos hacer, pero sabemos que Dios sigue hablándonos a través de su Palabra y la guía de su Espíritu. Lo que Jesús pide que cada uno de nosotros hagamos con nuestra vida es diferente, pero hay algo en común para todos los que en él creen: ser testigos de él en palabra y en acción.
El Domingo de Pentecostés del 22 de abril de 2003, celebramos por primera vez el Día de Misiones de FIEIDE con la idea de que juntos como iglesias federadas pudiéramos reflexionar sobre la tarea misionera que Dios ha encomendado a su Iglesia, orar por ello y donar para algunos proyectos misioneros concretos que pudiéramos tener como Federación. Diecisiete años después, hemos de decir que la respuesta ha sido desigual. Sin embargo, es un motivo de gratitud y satisfacción que un buen número de iglesias se han unido a esta celebración y que otras, aunque no hayan celebrado este día como tal, sí que están colaborando en proyectos misioneros. En cualquier caso, os animamos a tener este día de reflexión, de oración y de ofrendar para la obra misionera a la que Dios nos llama.
La pregunta “Señor, qué quieres que yo haga” tiene también aplicación en primera persona del plural. Digámosle como iglesias al Señor,
“Señor, ¿qué quieres que hagamos?”
Francisco Portillo
Día de Misiones FIEIDE
31 de mayo de 2020